Die Bronzezeit in Galicien
https://doi.org/10.34780/ayb0-11x6
Resumen
Las nuevas condiciones surgidas de los avances de la arquelogía en Galicia durante los últimos veinticinco años, aunque en un estado muy inicial en su asimilación por parte de la investigación, nos permiten hacer una nueva propuesta de lectura de la realidad arqueológica y de su interpretación histórico- antropológica. Así, más allá de la periodización tradicional, constatamos la sucesión de cinco fases en las que alternan etapas de estabilidad en la definición cultural y en las condiciones históricas, con otras que se presentan ambiguas o variadas en su definición arqueográfica y marcadas por el cambio y la apertura al exterior. El punto de partida es el Calcolítico Final, de tradición campaniforme, que se proyectará en la primera mitad del II milenio a. C. Tradición con la que se romperá definitivamente, hacia finales de ese período, con la transformación de los viejos modelos y la incorporación de otros nuevos, que configurarán una nueva realidad cultural. Esta nueva situación será la que con pautas estabilizadas se proyecte a lo largo de la segunda mitad del II milenio a. C., para, a finales de ésta, asistir a la entrada de nuevas tradiciones, que afectarán al conjunto del registro arqueológico: cerámica, metalurgia, hábitat y ritual funerario. Esta cuarta etapa prefigura la última, que abarcará el primer tercio del I milenio a. C., y en la que se impondrán definitivamente las novedades aportadas por aquélla: el asentamiento en altura y la metalurgia atlántica, así como la implantación de nuevas fórmulas en la alfarería. La tradición anterior parece mantenerse viva en un primer momento, tanto en la cerámica como en algunas manifestaciones del hábitat, para desaparecer posteriormente absorbida por el nuevo marco cultural. La consecución de una secuencia evolutiva más precisa y adecuada a la realidad específica del NO hispánico no va ser, sin embargo, la aportación fundamental de las nuevas condiciones del registro arqueológico, pues permiten empezar a definir lo que pudo haber sido una cultura, al menos en el sentido arqueológico del término, de la Edad del Bronce del Noroeste. Aquélla que parece definirse a partir del segundo momento de nuestra secuencia, en ruptura con un Bronce Antiguo de tradición calcolítica, se estabiliza posteriormente con la definición de sus características fundamentales y perdura a finales del segundo milenio, aunque conviviendo con un acusado proceso de cambio que llevará definitivamente a su desaparición a inicios de la última etapa y su absorción dentro de un nuevo marco cultural: el Bronce Final. Esta realidad cultural, a la que cabe denominar como Bronce del Noroeste, se centra en términos convencionales en la segunda mitad del II milenio a. C., y tendrá como características más acusadas: una alfarería propia basada en cerámicas predominantemente lisas con manifestaciones tan particulares como el vaso de largo borde o el vaso troncocónico, un habitat con asentamientos abiertos en ladera y con proyección hacia los valles, una metalurgia de bronce binario con producciones propias y muy relacionada tanto en su función como en su producción con el hábitat, un ritual funerario diverso, bien sobre tradiciones anteriores reinterpretadas o sobre nuevas aportaciones. La diversidad del ritual nos pone en relación con la probable existencia de una regionalización cultural que avalaría, a su vez, un fuerte proceso de territorialización sobre la base de asentamientos de larga o intensa ocupación y el papel simbólico de los grabados rupestres. Se trata, en fin, de la cultura que acoge algunas de las fenomenologías o elementos más característicos del NO en la Edad del Bronce y permite aclarar la especificidad de esta región peninsular en esa etapa de su prehistoria.