Die Ermita de Nuestra Señora de Peñalba bei Arnedillo (La Rioja)

Resumen

La Ermita de Nuestra Señora de Peñalba, ubicada en los alrededores de Arnedillo (La Rioja), fue objeto de un primer estudio en 1944 por parte de José Antonio Sopranis quien la publicó como una arquitectura mozárabe. En aquella ocasión el monumento no permitió apreciación alguna de sus paramentos, dado el acondicionamiento al que había sido sometido poco antes. Sin embargo, una meticulosa investigación ocular que realizamos en el pequeño templo –nuevamente amenazado de ruina– en septiembre del año 2002 ha dado una serie de frutos que enriquecen nuestros conocimientos de su historia estructural. En varios puntos del alzado se producen yuxtaposiciones sin trabazón que denotan un crecimiento paulatino del conjunto en tres o cuatro fases. Aun cuando hoy no acertamos a aclarar todos los detalles de este desarrollo, sí podemos asegurar cuál es el núcleo más antiguo de la configuración edilicia: esta etiqueta le corresponde al compartimento rectangular delantero derecho, es decir, a la actual cámara subordinada situada al lado del ámbito del ábside. Posteriormente, mediante una o dos campañas de ampliación, se le añadieron el futuro ámbito del altar y la nave; sin que de éstos nos conste su relación cronológica: posiblemente se construyeron en un mismo momento, o bien tuvo prioridad el futuro ámbito del altar. A su vez, este último ofrece indicios claros de una remodelación; su porción occidental parece de mayor antigüedad que su remate oriental, de forma curva exterior e interiormente. Las fechas absolutas son difíciles de fijar: en cuanto a las dos primeras etapas, sólo podemos atenernos a la presencia de los dos arcos de herradura con sus alfices que arrojan un marco cronológico de los ss. IX–XI para la erección y la primera ampliación del edificio. Cabe atribuir a aquella fase los ‘enterramientos altomedievales’, mencionados repetidas veces en la literatura, si bien su lugar en la huertecita al norte de la ermita de momento no admite ninguna observación. Con mayor precisión podemos fechar en el s. X un conjunto de chapas de latón decoradas y destinadas a revestir una cajita lignaria la cual supuestamente fue encontrada bajo el altar de la ermita a principios del s. XVIII y permaneció en ese sitio hasta su sustracción en circunstancias desconocidas (actualmente, las chapas están en manos particulares). El remate semicircular del ámbito del altar podría ser un añadido del románico; en todo caso a aquel período se remontan, procedentes de la ermita, una talla de la Madre de Dios y una tabla de altar pintada. La primera mención documental del monumento es del 1556, figurando entonces la ermita como una de las nueve que tenía Arnedillo. En cambio, ya son tres documentos del siglo XII los que atestiguan una localidad llamada Pinna Alba y Penna Alva, respectivamente. Caso de referirse estos documentos a una verdadera población –de la que hoy día no asoma ningún vestigio en las cercanías del templo– éste, en su tiempo, podía haberle servido de parroquia. No obstante, al menos el núcleo del templo y quizás también su primera ampliación deben ser todavía más antiguos. Aquel diminuto núcleo rectangular tiene todos los visos de haber sido un edificio solitario y exento ya que nuestra observación no ha proporcionado indicios de estructuras adicionales ni hacia el oeste ni hacia el este o el mediodía. Si nuestra propuesta reconstructiva es correcta, apenas podrá clasificarse aquel edificio
primitivo como una iglesia. Con todo, se trataba de una arquitectura de cierta ambición, a la vista de su entrada representativa, su bóveda probablemente original de cañón y de una decoración ornamental que hemos podido rastrear en la fachada occidental. La posible determinación axial del edificio nuclear por el componente sur podría atestiguarle una misión como oratorio islámico, extremo que resulta imaginable siempre que aceptemos una datación temprana, aunque a falta de hallazgos unívocos debemos subrayar el carácter especulativo de tal idea. Si tratamos de encuadrar este monumento –que impregna de sabor milenario aquel lugar en un alto collado encima
de Arnedillo– es precisamente la sensible lejanía de toda tipología arquitectónica corriente, junto a nuestra incapacidad de asignarle al edificio su misión primitiva, lo que le otorga, por otra parte, un interés notable. Dado que su estado deplorable reclama unas obras urgentes de consolidación, esperamos que ulteriores investigaciones, tal como el Instituto de Estudios Riojanos las lleva proyectando desde hace tiempo, puedan llevarse a cabo próximamente. No cabe duda de que una actuación física en las capas de revoco nos suministraría de inmediato nuevas evidencias, también respecto a los tipos de fábrica mural empleados –evidencias cuya ampliación mediante catas arqueológicas sería altamente deseable.